Que bonito y deseable sería poder ser feliz a cada instante,
sin contemplaciones, de una forma fácil y práctica. Así como el que no quiere
la cosa. Pero parece ser que para conseguir ese estado hemos de poseer la
cualidad de los locos. Ser negligentes e ignorantes , por lo menos de cara a la
platea, como si la cosa no fuera con nosotros -tu piensa lo que quieras, pero
tres mas azul son siete- y ser felices aún sin comernos las perdices. Pero que
difícil es hacerse el loco y ser feliz a cada instante.
Por el contrario y parece ser que va intrínseco en nuestro
ADN, es más fácil ser infeliz , porque es de condición humana la capacidad de
sufrimiento. En muchas ocasiones nos
gusta estar más cerca de la tristeza que de la alegría, aunque las cosas no
vayan del todo mal. Siempre estamos preparados para llorar por una
insignificancia, pero nunca para reír por un pequeño detalle. El pesimista
piensa en lo primero y el loco se recrea en lo segundo. La tristeza nos hace cautos, y la cautela no es una
cualidad que describa a los chiflados.
Aún así , todos estos estados son reversibles, al contrario y
viceversa, y por suerte para nosotros, no se que Dios se encargó de poner un
loco a nuestro lado siempre que lo necesitamos, y recordarnos que tres mas azul
son siete, nos pongamos como nos pongamos.