lunes, 28 de abril de 2014

LO QUE QUEDA POR VENIR


Nuestros sueños son irremediablemente alcanzables. Francamente. Desde el pasado y desde los mas recónditos de nuestros recuerdos se repiten una y otra vez, como el gallo metalúrgico  de una veleta mira al norte dos o tres veces al día las semanas de viento.


Una noche tras otra, vigilia tras vigilia aparecen de nuevo, con otros colores, con otros decorados, otras calles, otros besos, otros lugares, con una lluvia diferente, pero con la misma esencia, con el mismo olor, y nos acostamos todos los días esperando de nuevo merodear por esa realidad que se desencadena en nuestro mundo onírico, en ocasiones volando entre cables y tejados cual hombre murciélago u otras agarrados de la mano de esa persona especial, sin nombre, sin identidad alguna, pero que aun así su reminiscencia es siempre  nítida como las gotas de agua en las coníferas de cualquier parque, donde construyen sus trampas las tejedoras patilargas  y se refugian del sol los don aire.
 
Hemos soñado con infinidad de cosas casi inimaginables. Hemos  caminado por encima del fuego, hemos salvado vidas, hemos volado agarrados a un globo de feria o sin explicación alguna, hemos huido despavoridos de un escarabajo con cabeza de toro o de mariposas gigantes con cuerpo de hombre, y aun así en ese mundo picassiano y fantasiosamente confortable, nos encontramos irremediablemente con nuestros miedos y con nuestras honestidades, esas cosas que hacen que seamos quienes somos en estas vidas nuestras, en el carpe diem de cualquier entelequia diaria o simplemente en el efímero momento en que se concede un te quiero.
 
A los sueños lo que es de los sueños, y a  la realidad  lo que es de la realidad, pero lo que queda por venir no es otra cosa que  seguir soñando, vivir soñando, alcanzar nuestros sueños y que un día en un sin “darnos cuenta”, estemos viviendo uno de ellos.  

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